En una columna, ‘El fin de los colegios en concesión’, el exbanquero central Salomón Kalmanovitz (elespectador.com, 28 de julio de 2013) se refiere a algunos aspectos básicos de la problemática de la educación en Bogotá, que podrían ser extendidos al país como un todo, corriendo el riesgo de simplificar. Escrito por Guillermo Maya. Fuente: eltiempo.com
Primero: el columnista argumenta que la educación en Colombia es de mala calidad. Los resultados en las pruebas Pisa de los estudiantes colombianos son desastrosos. Un estudio de la UN corrobora el diagnóstico: “Casi el 80% de los estudiantes nuevos pierden el examen inicial de matemática básica" (elespectador.com, agosto 15-2013).
Segundo: los colegios privados son mejores que los públicos. Así es; sin embargo, hay una educación privada, exceptuando la de élite (más importante por los contactos que por la calidad), muy mala. Además, la clase política dejó marchitar los mejores colegios públicos del país, y otros fueron cerrados, verbigracia el Liceo Antioqueño (UdeA), en Medellín.
¿Quiere decir que la educación debería estar en manos del sector privado? Parece ser la solución de Kalmanovitz: “Existen buenas razones para concesionar colegios públicos a buenas instituciones privadas en Bogotá: democratizan la mejor calidad de la educación; (…) hay mejoras moderadas en el desempeño de los estudiantes (2,4% en matemáticas y 4% en lenguaje frente a los públicos)”. No mucho, que se diga.
Tercero: los sindicatos docentes son un obstáculo al mejoramiento de la calidad de la educación: “Aunque el principio de la evaluación de los maestros del Distrito por resultados existe en la ley (…), no ha sido implementada en forma efectiva (…), los enemigos naturales del experimento (la evaluación docente) son los sindicatos de maestros porque esta se convierte en una amenaza para su estabilidad, que se defiende sin importar que lesione los intereses de los estudiantes y de sus familias”.
Solución al problema de la mala calidad: educación privada: “Si el alcalde está interesado en mejorar las oportunidades de vida a todos los estudiantes de los colegios públicos de Bogotá, debería ampliar el programa de colegios concesionados, al tiempo que cancela los contratos de los mediocres y selecciona los mejores”.
Frente a la escabrosa situación de la educación en Bogotá y en Colombia, se podría preguntar por la situación en alguno de los países más exitosos en educación; por ejemplo, Finlandia, uno de los países estrella en los exámenes Pisa.
En este respecto, la revista ‘The Atlantic’ publicó una columna de Anu Partanen, ‘What Americans Keep Ignoring About Finland’s School Success’ (29 de dic. de 2011), que explica por qué el sistema educativo finlandés ha sido exitoso, en lo que corresponde en los exámenes Pisa, codo a codo con los asiáticos en los resultados, mientras que el sistema educativo norteamericano se encuentra bastante alejado de los primeros puestos.
Anu basa su columna en una conversación con Pasi Sahlberg, director en el ministerio de Educación finlandés del Centro de Educación para la Movilidad Internacional, y autor del libro Finnish Lessons: What Can the World Learn from Educational Change in Finland? Igualmente escuchó a Pasi en una conferencia a una escuela privada de NYC.
¿Por qué Finlandia es una superpotencia en educación? Porque valora más la equidad que la excelencia, dice Anu. No hay escuelas privadas en Finlandia. Tampoco hay universidades privadas, solo unas pocas instituciones privadas, y no se les permite que cobren; son financiadas por el Estado.
Lo importante en Finlandia, según Sahlberg, es que todos los docentes gozan de prestigio, paga decente y mucha responsabilidad. Se requiere un título de maestría para entrar a la carrera docente, y hay programas de entrenamiento de maestros muy selectivos. Si algún profesor no sirve, ese es un asunto de los rectores.
El término de competencia no es del agrado de los finlandeses, y les incomoda. Los ganadores no compiten. No hay listas de los mejores profesores, ni de las mejores escuelas. La principal motivación no es la competencia sino la cooperación. Los padres de familia no eligen, les es indiferente, porque todas las escuelas tienen las mismas características.
El principio de equidad: “Desde la década de 1980, el principal impulsor de la política educativa finlandesa ha sido la idea de que todos los niños deben tener exactamente la misma oportunidad de aprender, independientemente de los antecedentes familiares, los ingresos o la ubicación geográfica. La educación se ha visto ante todo, no como una forma de producir grandes estrellas, sino como un instrumento para equilibrar la desigualdad social”.
Desde el punto de vista de los finlandeses, como Sahlberg describe, la equidad significa que las escuelas deben ser ambientes seguros, y saludables para los niños, comenzando desde lo básico. Finlandia ofrece a todos los alumnos comidas escolares gratis, fácil acceso a la atención médica, consejería psicológica y orientación estudiantil individualizada. La clave de Finlandia es: “La excelencia académica a través de su política especial de atención a la equidad”.
El objetivo finlandés es que todos los niños tengan una buena educación pública, sin tener en cuenta en dónde estudian o de qué clase de familia vienen. “La experiencia de Finlandia muestra que es posible alcanzar la excelencia, centrándose no en la competencia, sino en la cooperación y no en la elección, sino en la equidad”.
La educación de Finlandia es tan buena que el 27% de su fuerza laboral universitaria son ingenieros, mientras en el resto de países OECD son el 15%, y se destacan por el número de patentes registradas. Finlandia, una economía de recursos naturales, se trasformó en una economía de la innovación (‘Does education lead to more innovation?’, voxeu.org, 21 de julio de 2013).
El problema de la educación en Colombia no son los sindicatos, ni la falta de incentivos en la microeconomía educativa, son las condiciones que determinan la existencia de la mayoría de los colombianos, y que están enraizadas en la estructura social colombiana, de profunda desigualdad y de escasa movilidad social.
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