Para nadie medianamente informado acerca de los desórdenes de personalidad, patología de pésimo pronóstico, es una noticia nueva que el expresidente Uribe padece algunos de estos, y esa mezcla malsana es explosiva para un país que trata de recuperarse de ocho años de corrupción rampante, ineficacia, componendas, autoritarismo y mentiras.
Creo que al exmandatario lo aquejan, y siempre lo he pensado, desde su primera campaña llena de sonrisitas melifluas, ojos de plato que no miran a nadie a la cara y manita floja, que trataban en vano esconder una soberbia infinita, una rabia almacenada y reprimida por años (no tengo idea de su infancia ni me importa), un narcisismo extremo y una obsesión por el poder anormal. Dispuesto a todo con tal de llegar a su meta: Ganar, perpetuarse. Manejar los hilos debajo de cuerda y culpar siempre a chivos expiatorios. Lavarse las manos empuercando la de sus áulicos y subalternos sin ningún remordimiento.
Pero la cuerda se rompe por lo más delgado y esta vez su afán de proteger al discípulo amado, a su clon, por quien profesa un afecto irracional, lo llevó a saturar el vaso, a derramarlo. Su intento de promover una marcha, ya cancelada, hubiera constituido el resultado mas grotesco de cuantos se han dado en esta república bananera y el Ex hubiera vivido el mayor ridículo. Su intento, insisto, ya es prueba contundente de que no está en sus cabales y los desordenes mentales le están sacando ventaja.
Es, por decir lo menos, una falta de respeto esa obsesión por no dejar gobernar al nuevo presidente. Es grotesco que su totalitarismo de ocho años quedara reducido a palabras insultantes de twittero de dudosa sintaxis. Es una vergüenza que quiera seguir gobernando, tratando de justificar los escándalos de su exministros y subalternos, escondiendo la cara y no enfrentando la justicia, reconociendo que fue él y solamente él ,el que estuvo a cargo de la batuta, ordenando a sus músicos a entonar o desentonar a su antojo.
Estoy convencida de que Álvaro Uribe es un sociópata camuflado. Condición de aparente normalidad, a la que los psiquiatras franceses, como anota el doctor Carlos Climent en su libro Los tiranos del alma, le dan el nombre de “insania moral”, folie lucide o locura lucida y “manía sin delirio”. Iguas, un amigo sicólogo basó su tesis de doctorado en la Universidad Complutense de Madrid sobre “El carácter socipático de Álvaro Uribe Vélez”. Tesis además, laureada.
Esta enfermedad “es de curso crónico y pésimo pronóstico que se evidencia desde temprano en la vida por medio de violaciones de todas las normas establecidas, y la mentira sistemática”. “ Estas personas no aceptan normas impuestas por la sociedad, pues carecen de conciencia moral y principio éticos [...] Desconocen sus deudas y obligaciones [...] Siempre consideran injustas las sindicaciones que les hacen. La responsabilidad es de los demás, nunca de ellos”. En comillas cito Tiranos del Alma. A buen entendedor, pocas palabras bastan.
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