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miércoles, 25 de junio de 2008

Un esbozo sobre la conciencia

Tomado de despertando a la realidad (http://despabilar.blogspot.com/)



¿Qué es la conciencia?, ¿Es un atributo de nuestro cerebro?, ¿es el resultado de la actividad neuronal, bioquímica de nuestro cerebro y por lo tanto deja de existir una vez que confrontamos la muerte clínica?.

Y si es así ¿cómo es posible que muchas personas recuerden experiencias y encuentros con personas una vez que han sido catalogados como “clinicamente muertos”?.

¿Cómo es posible que en experiencias donde nuestra conciencia se ve alterada accedamos a información que no conocíamos y que posteriormente verificamos que se ajusta a la realidad?.

¿Cómo es posible que se produzca el efecto definido como de los 101 monos y que podemos experimentar en la sociedad humana cuando un conocimiento surge simultáneamente en comunidades o individuos sin relación entre sí?.

En el momento en que la física moderna se comenzó a ocupar del estudio de lo muy pequeño y de lo muy grande no tardó en comprender que algunos de los principios newtonianos fundamentales estaban equivocados o eran limitados.

Como ya ha dejado patente la física cuántica, las partículas subatómicas gozan de extrañas propiedades que desafían los principios newtonianos, en algunos experimentos se comportan como ondas y en otras como objetos corpusculares.
La exploración del microcosmos reveló que el universo de la vida cotidiana, aparentemente compuestos por objetos sólidos y discretos es, en realidad, una compleja red de eventos y relaciones. Desde esta nueva perspectiva, la conciencia no se limita a reflejar pasivamente el mundo material, sino que desempeña un papel activo en la creación de la misma realidad.
En el macrocosmos, en lugar de hablar de objetos discretos y de espacios vacíos entre ellos, hoy en día se considera que el universo es un campo continuo de densidad variable. La materia es intercambiable con la energía y la conciencia, la cual no está limitada a las actividades que tienen lugar en el interior de nuestro cráneo y forma parte del mismo tejido del universo.

James Jeans, un famoso astrónomo dijo una vez que el universo se asemeja más a un gran pensamiento que a una gigantesca supermáquina; el universo no es el conglomerado de objetos newtonianos que imaginó Newton sino un sistema extraordinariamente complejo de fenómenos vibratorios que presenta posibilidades y propiedades inimaginables para la ciencia newtoniana, una de ellas, muy importante es la holografía.

La holografía es una técnica avanzada de fotografía, que consiste en crear imágenes tridimensionales. Para esto se utiliza un rayo láser, que graba microscópicamente una película fotosensible. Ésta, al recibir la luz desde la perspectiva adecuada, proyecta una imagen en tres dimensiones.
Lo curioso es que la información procedente de los dos rayos, permanece plegada y distribuida por todo el holograma, y que podemos dividir el holograma en tantas partes como queramos y descubrir que, al iluminar cualquiera de los fragmentos, cada uno de ellos “despliega” una imagen tridimensional de la totalidad.

Para el físico David Bohm, el mundo que percibimos a través de los sentidos y el sistema nervioso sólo representa un pequeño fragmento de la realidad, percibimos el “orden desplegado” o “explicado”, un aspecto parcial de una matriz mayor a la que denomina “orden implicado” o “plegado”. En otras palabras, lo que nosotros percibimos como realidad es similar a la proyección de una imagen holográfica procedente de una matriz superior.

El modelo holográfico del universo nos brinda la posibilidad de comprender las relaciones existentes entre las partes y el todo. Los seres humanos, en ese universo, no somos entidades newtonianas aisladas e insignificantes, sino campos integrales que reflejan el macrocosmos y la totalidad de ese universo “implicado”. Cada ser humano tiene la posibilidad de expandir sus capacidades mucho más allá del alcance de sus sentidos y llegar a experimentar, de manera directa e inmediata, todas las facetas del universo.

Es interesante observar los paralelismos en la visión de la física y el universo de personalidades como David Bohm o Kart Pigram por ejemplo y su visión de la neurofisiología, que después de años de investigación sobre el funcionamiento del cerebro concluye que las paradojas (aparentes) que se observan sólo pueden entenderse si partimos de principios holográficos. Lo mismo ocurre con la visión de investigadores como Gregory Bateson o el biólogo Rupert Sheldrake.

Bateson ha logrado una síntesis extraordinaria entre cibernética, informática, psicología, teoría de sistemas, antropología y otros campos, demostrando que mente y naturaleza forman un todo indivisible.

Según Sheldrake, la naturaleza está gobernada por “campos morfogenéticos” que son los que guían verdaderamente el orden en la naturaleza. Estos campos no pueden ser medidos por la ciencia contemporánea por lo que cualquier esfuerzo de la ciencia actual para comprender el orden de las cosas es tan banal como el que haríamos si intentáramos comprender cómo se ha construido una catedral simplemente analizando los materiales de los que está hecha.

En resumen, todas las teorías que nos ofrecen respuestas alternativas al pensamiento newtoniano consideran que la conciencia y la inteligencia creativa no emanan de la materia, sino que constituyen atributos primarios de la misma existencia.

Estamos más o menos familiarizados con el concepto de conciencia en vigilia la conciencia racional, que no es más que un tipo especial de conciencia. Si queremos comprender el reino de lo transpersonal debemos concebir la conciencia de una forma completamente nueva, que existe fuera, independientemente de nosotros y que no se halla intrínsecamente ligada a la materia, infinita, que trasciende los limites del espacio y del tiempo.

Como no es fácil aceptar para la mente que el universo no es finito, es difícil aceptar el hecho de que la conciencia no es patrimonio exclusivo de la especie humana y que impregna la totalidad de la naturaleza, desde las formas más elementales hasta las más complejas.

Ningún intento de comprender algo sobre la conciencia puede ser serio sin tomar como referente el trabajo de Carl Gustav Jung que tras toda una vida dedicada a ello llegó a la conclusión de que el modelo freudiano del psiquismo humano era demasiado limitado y que para comprender la verdadera naturaleza del psiquismo humano debíamos ir mucho más allá del inconsciente biográfico de cada individuo.

Jung “parió” el concepto de “inconsciente colectivo”, un almacén de información sobre la historia y la cultura humana que descansa en la profundidad del psiquismo humano, de todo ser humano. La existencia de ese “almacén” explica cómo podemos acceder a información que no conocíamos de antemano, más allá del tiempo y del espacio, más allá incluso de nuestros conocimientos, más allá de las fronteras de nuestra propia existencia.

A lo largo de los años 50, en paralelo a los nuevos descubrimientos científicos de la física cuántica, se comenzó a estudiar seriamente la relación existente entre conciencia y cerebro, entre otras cosas por medio de sustancias recién descubiertas como el LSD. El estudio del chamanismo, las prácticas orientales, el misticismo, el estudio de la muerte y los moribundos, las experiencias cercanas a la muerte, la deprivación sensorial, la neurofisiología, las regresiones hipnóticas, los episodios espontáneos de crisis espiritual, y en definitiva, todas las diversas formas en las que se crean estados alterados de conciencia. Todo ello contribuyó a abrir más la exploración de las profundidades del psiquismo humano.

Estados alterados de conciencia

En la sociedad occidental se ha visto siempre el estado alterado de conciencia como un estado enfermizo, de desorden mental, cuyo estudio no puede aportarnos nada puesto que sólo el “orden” y la dimensión racional y lógica merece ser valorada. Sin embargo en todas las culturas antiguas preindustriales se tenía en gran estima a este tipo de estados y eran considerados instrumentos eficaces para conectar con realidades sagradas, y se empleaban para detectar enfermedades y para curarlas. Eran fuente de inspiración artística, acceso a la intuición, etc. Todo esto aun ocurre en sociedades indígenas donde el conocimiento de chamanes sigue manteniéndose vivo.

Todas estas técnicas y experiencias nos ofrecen información sobre un territorio profundo del psiquismo humano, que algunos tanatólogos llaman experiencias “Omega”.

Tener la oportunidad de experimentar estos estados “Omega” sin duda termina repercutiendo poderosamente sobre nuestra filosofía y visión del mundo hasta el punto de que cada vez nos resulta más difícil compartir el sistema de creencias sustentado por la cultura industrial y las creencias filosóficas de la ciencia occidental.

Cuando se estudian estos estados alterados de conciencia se observa que algunas de las manifestaciones que la psiquiatría occidental considera “patológicas” no son más que formas para el organismo de liberarse de vínculos y limitaciones traumáticas para alcanzar un funcionamiento más armónico.

De manera que, más allá de qué visión del mundo físico y fenoménico se parta, un verdadero científico no confunde la teoría con la realidad y no intenta dictaminar de antemano cómo es o no es la naturaleza o la conciencia humana. Lo mejor y más sano que puede hacer es estudiarla a través de estas manifestaciones en estados no ordinarios de conciencia.

No hace más de veinte años que se estudia la conciencia transpersonal desde un punto de vista científico riguroso. Antes de esto, estaba sólo en el dominio de parasicólogos, sacerdotes, místicos etc. La piedra fundamental la puso Jung con sus investigaciones.

Jung, al final de su vida, dijo que su obra más madura era sin duda Septem Sermones ad Mortuos (o “Siete Sermones a los Muertos”) publicada en 1916. En esta obra Jung describe cómo logró las fronteras de la conciencia cotidiana y establecer contacto con una entidad a la que llamó “Basilides”. Cuando Jung le preguntó por su origen Basílides le dijo que había vivido en Alejandría siglos atrás y fue esta entidad la que le habló del “pleroma”, concepto que permitió a Jung perfilar su “inconsciente colectivo”.

Jung tuvo a lo largo de su vida otro guía, “Filemón”. Jung atribuyó gran parte de su actividad creativa a la relación con esta entidad.

Estos hechos son poco conocidos y raramente mencionados. Pero no son raros.
Encontramos que personalidades respetadas en el campo de la sociología como Abraham Maslow hablaban de cómo es imprescindible escuchar esas “voces internas” que son fácilmente sofocadas por la cultura, la educación y las expectativas sociales. Maslow dijo “no podemos alcanzar la salud sicológica a menos que aceptemos, valoremos y escuchemos a ese núcleo fundamental de nuestro psiquismo”.

William James, uno de los padres de la psicología moderna escribió:

“La mayor parte de las personas viven en un círculo muy restringido de su ser potencial. Sólo utilizan una pequeña parte de los recursos totales de su conciencia y de su alma. Es como un hombre que hubiera permanecido separado de su organismo corporal global y se hubiera acostumbrado a mover y utilizar tan sólo el dedo meñique”.

Cuando accedemos al dominio de las experiencias transpersonales desaparecen todas las limitaciones que podemos dar por sentado en la vida cotidiana. Ya no podemos seguir creyendo que estas experiencias sean fruto de nuestra imaginación. El mundo de lo transpersonal es totalmente independiente de nosotros.

En sus primeros encuentros Jung creía que era Filemon y no Jung quien hablaba, mientras que Filemon le decía que los pensamientos eran como animalillos que correteaban por el bosque y los pájaros que vuelan por el aire, y la experiencia le ayudó a comprender a Jung que “hay algo en mi que puede decir cosas que yo mismo ignoro y van más allá de mis intenciones”.

Esto nos lleva a concluir que las ideas y los pensamientos pueden ser verdaderos y estar sustentados en verdades fundamentales y que son independientes de sus portavoces. Pueden manifestarse en cualquier lugar, en denitiva, porque son comunicados desde ese almacén universal y holográfico a la humanidad o a individuos concretos que no han encontrado ese conocimiento, ni tienen caracteristicas sicológicas extraordinarias, sin embargo, lo que nos cuentan esos individuos puede ser real.

En ocasiones, el psiquismo opera más allá de la ley espacio-temporal de la causalidad, lo cual demuestra que nuestra concepción del espacio, del tiempo, y por consiguiente, de la causalidad es insuficiente. Cualquier imagen completa del mundo requiere, por lo menos de una nueva dimensión.

C. G. Jung

He leido algunas sobrecogedoras experiencias después de la muerte y experiencias de estados no ordinarios de conciencia en los libros de Elizabetz Kubler-Ross, una famosa tanatóloga que dedicó prácticamente toda su vida al estudio de la muerte y los moribundos y fue testigo y protagonista de de situaciones extraordinarias; Llegó a tener contacto con personas que ella había visto enterrar, obtener testimonios muy significativos de personas que habían vivido experiencias cercanas a la muerte y algunas de sus propias experiencias relacionadas con la expansión de su conciencia son difícilmente descritas en pocas palabras.

Abajo os dejo un extracto de una de las entrevistas a Kubler-Ross, sin duda una mujer extraordinaria como podeís leer en un libro autobiográfico “La rueda de la vida”.

El sicólogo transpersonal, Stanislav Grof, cuenta en sus libros decenas de ejemplos de experiencias Omega provocadas en estados sicodélicos o con ayuda de la Respiración Holotrópica, una técnica que desarrolló junto a su esposa, Christina.

Grof narra multitud de ejemplos de experiencias Omega obtenidas en miles de sesiones:

Experiencias de:

- identificación con otras personas (en las que la diferencia entre el tú y el yo desaparece; esta unidad dual se experimenta fácilmente con la práctica del sexo tántrico)

-identificación con otras especies, animales y vegetales,
- identificación con la conciencia de la biosfera,

- identificación con la conciencia de materia inanimada (como piedras, cristales, etc),
- identificación con la conciencia planetaria de Gaia,
- experiencias embrionarias o fetales (las personas reviven la experiencia de su estado fetal en el útero materno, la experiencia del trauma del nacimiento),
- la niñez de nuestros padres y de personas en nuestro árbol genealógico,
- experiencias raciales y colectivos,
- mundos mitológicos más allá del tiempo y del espacio,
- contactos con espíritus animales,
- contactos con guías espirituales y seres sobrehumanos,
- viajes a otras realidades y universos paralelos,
- viajes a realidades míticas, la experiencia del creador y la conciencia cósmica.

Realmente no sé si se puede decir que hay un límite en este tipo de experiencias de conciencia transpersonal y en la mayoria de los casos muestran con total contundencia que las personas son capaces de obtener información de territorios completamente desconocidos anteriormente para ellas, acceden a información detallada que antes desconocían y por lo tanto, la experiencia no puede ser considerada un delirio o un producto de la imaginación.

Ejemplos que narra Grof: una persona que se identifica con una ballena embaraza y tras su experiencia cuenta detalles que los expertos en biología marina puede certificar como ciertos respecto a la forma en qué paren las ballenas. Otra persona que se identifica con su madre cuando esta era niña y describe un suceso que desconoce por completo y que su madre recuerda perfectamente y verifica que vivió con el mismo lujo de detalles, etc etc.

Un emocionante ejemplo es la experiencia que narra Elizabeth Kubler Ross en su libro “La rueda de la vida” guiada por el investigador Robert Monroe empleando una técnica de estimulación cerebral:

“¿Adónde? ¿Adónde fui? Eso es lo que me pregunta todo el mundo. Aunque mi cuerpo estaba inmóvil, mi cerebro me llevó a otra dimensión de la existencia, a otro universo. La parte física del ser ya no tiene nada que hacer allí. Como el espíritu que abandona el cuerpo después de la muerte, como la mariposa que sale de su capullo, mi conciencia estaba constituida por energía psíquica, no por mi cuerpo físico.”
“Durante las horas que duró esto, observé que cada vez que acababa una muerte comenzaba otra enseguida. Mil veces. Lo entendí claramente, Estaba reviviendo la agonía de todas los pacientes a los que había atendido hasta ese momento, reexperimentando su angustia, la tristeza, el duelo, la sangre, las lágrimas (…)

“Si alguien había muerto de cáncer, yo sentía ese terrible dolor, si había sufrido un infarto, padecía esos mismos efectos. Se me concedieron tres respiros. La primera vez pedí el hombro de un hombre para apoyar la cabeza. Pero al instante en que expresé esa necesidad una ronca voz masculina respondió:
-¡no se te concede!. Esa negativa expresada en tono tan firme, decidido, sin emoción, no me dio tiempo a hacer otra pregunta (…).
Entonces pregunté:
- ¿Puedo coger la mano de alguien? (…)
- ¡ no se te concede!

Esa era la lección. Tenía que experimentar todo el horror de mil muertes para reafirmar la dicha que vino después. (..). Repentinamente, pasar por esa terrible prueba se convirtió en una cuestión de fe, como ocurre con la vida misma. (…) Fe en mi misma, fe en que sería capaz de soportar cualquier cosa que Dios me enviara, que por doloroso y angustioso que fuera, yo seria capaz de pasar por ello.
Tuve la pasmosa sensación de que alguien estaba esperando que dijera algo, que dijera que “SI” a eso. (…)
-¡¡Sí!! Grité, ¡sí!
Al instante todo se quedó inmóvil y todo el dolor, toda la angustia , desaparecieron. (..)

Acostada de espaldas me relajé, inspire de nuevo, y entonces comencé a notar cosas peculiares. Lo primero que observé fue que mi abdomen, muy bien delineado pero independiente de los músculos, empezaba a vibrar a una velocidad vertiginosa, lo que me indujo a exclamar: “¡esto no puede ser!”. Pero era, y cuanto más observaba mi cuerpo echado en la cama, más me sorprendía. Cualquier parte del cuerpo que me mirara empezaba a vibrar a esa misma y fantástica velocidad. Las vibraciones lo descomponían todo hasta su estructura más básica, de modo que al mirar cada parte, mis ojos se deleitaban contemplando los miles de millones de moléculas danzantes. En ese momento comprendí que había salido de mi cuerpo físico y estaba convertida en energía. De pronto vi ante mí muchísimas flores de loto de una belleza increíble. Esas flores se fueron abriendo lentamente, sus colores cada vez más vivos y preciosos, convirtiéndose poco a poco en una sola y enrome flor. Detrás de la flor vi una luz cuya claridad superaba cualquier otra claridad, y que era totalmente etérea; era la misma luz que todos mis pacientes decían haber visto.

Sabia que tenia que pasar por esa flor y fundirme con la luz; esa luz maravillosa me atraía con una fuerza magnética, produciéndome la sensación de que mi fusión con ella seria el fin de un viaje largo y difícil. Sin ninguna prisa y gracias a mi curiosidad, me solacé en la paz, belleza y serenidad del mundo vibrante. Lo sorprendente es que todavía tenia consciencia de estar en la Casa del Búho, lejos de toda comunicación con otros seres humanos, y todo aquello donde se posaban mis ojos vibraba, las paredes, el techo de la habitación, las ventanas, los árboles del exterior.
Mi visión se expandió, abarcando kilómetros, permitiéndome verlo todo, desde un tallo de hierba a una puerta de madera, en su estructura molecular natural, en sus vibraciones, con inmensa reverencia y respeto observaba que todo tiene vida, divinidad. Mientras tanto continuaba avanzando por la flor en dirección a la luz. Finalmente me fusione con ella, me hice una con el calor y el amor. Un millón de orgasmos eternos no bastan para describir la sensación de amor, de bienestar y cariñosa acogida que experimenté. Entontes oí dos voces. La primera fue la mía que dijo “soy aceptable para ÉL”. La segunda voz, que venía de otra parte y que para mi fue un misterio, dijo “Shanti Nilaya”.

Más tarde Kubler-Ross sabría que “Shanti Nilaya” significa “conciencia cósmica” en sánscrito, un idioma que ella desconocía por completo.

Esa aceptación de Elizabeth le sería necesaria al final de su vida, cuando un ataque de apoplejia y una tetraplegia la obligaron a vivir los últimos años de su vida en un estado muy dificil de asumir para ella, que se había pasado la vida ayudando a los demás. Sin duda su experiencia era “personal” e intransferible.

Muchas más páginas, referencias y reflexiones se requerían para intentar abordar convenientemente la pregunta de qué es la conciencia y cómo las manifestaciones de la conciencia transpersonal, las manifestaciones de la conciencia no ordinaria, nos enseñan un universo muy distinto al que concibe la ciencia defensora del universo newtoniano; nos enseñan algo sobre lo que somos en realidad, muy distinto a lo que nos explica la ciencia materialista; nos muestra que la muerte no es el final de la existencia, sólo del cuerpo físico; nos muestra que la vida no es tal y como la perciben limitadamente nuestros sentidos…

Stanislav Grof tiene una opinión sobre la conciencia con la que me siento muy identificada.

“Estoy plenamente convencido de que la conciencia es algo más que un mero producto accidental de los procesos neurofisiológicos y bioquímicos que tienen lugar en el cerebro humano. En mi opinión, la conciencia y el psiquismo humanos son reflejos y expresiones de una inteligencia cósmica que impregna la totalidad de universo y la existencia entera. No sólo somos animales altamente evolucionados que disponemos de computadores biológicos alojados en el interior del cráneo sino que también somos campos de conciencia ilimitados que trascendemos el tiempo, el espacio, la materia y la causalidad lineal”.

Pero en cualquier caso, la dimensión infinita de la conciencia no gusta de definiciones que la encorseten y la empequeñezcan.

Parece más que el camino para comprender qué es, está en la experimentación con nuestra propia conciencia, en no limitarla en modo alguno sino, al contrario, ampliarla hasta el infinito con cada pensamiento, cada acción y cada emoción de nuestro ser.

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