Carl Sagan nació en Brooklyn el 9 de noviembre de 1934 y murió en Seattle el 20 de diciembre de 1996. Fue un popular astrónomo, exobiólogo y divulgador científico. Tal vez su obra más conocida sea “Cosmos, un viaje personal”, una serie documental de divulgación científica cuyos objetivos fundamentales fueron difundir la historia de la astronomía y de la ciencia, indagar sobre el origen de la vida, concientizar sobre el lugar que ocupan nuestra especie y nuestro planeta en el universo, analizar las modernas visiones de la cosmología y difundir las últimas noticias respecto a la exploración espacial.
El siguiente artículo es una colaboración que Sagan redactó en el año 1969 para ser incluida en el libro Marihuana Reconsidered, publicado en 1971 por el profesor de la Escuela de Medicina de Harvard, Lester Grinspoon. Dicho libro es un estudio de los aspectos medicinales, sociales y legales del cannabis, y el artículo de Carl Sagan fue publicado bajo el seudónimo de “Mr. X”. Sagan promediaba los treinta años en esa época, y continuó usando cannabis por el resto de su vida.
El sr. X
Por Carl Sagan
Todo comenzó unos diez años atrás. Había alcanzado un período de mi vida considerablemente mas relajado – una época en que había llegado a sentir que había más en la vida que ciencia, una época de despertar de mi conciencia social y mi amabilidad, una época en que estaba abierto a nuevas experiencias. Me había hecho amigo de un grupo de personas que ocasionalmente fumaba cannabis, irregularmente, pero con evidente placer. Al principio yo no deseaba participar, pero la aparente euforia que producía el cannabis y el hecho de que no había adicción fisiológica a la planta, eventualmente me convencieron de probar. Mis experiencias iniciales fueron completamente frustrantes; no había ningún efecto, y comencé a considerar una variedad de hipótesis sobre que el cannabis sería un placebo que funcionaba por expectativas e hiperventilación más que por química. Después de unos cinco o seis intentos infructuosos, sin embargo, ocurrió. Estaba acostado de espaldas en la sala de estar de un amigo examinando ociosamente el patrón de sombras proyectado en el techo por una planta (¡no era cannabis!). De pronto noté que estaba examinando una intrincadamente detallada miniatura de un Volkswagen, claramente delineado por las sombras. Estaba muy escéptico ante esta percepción, e intenté encontrar inconsistencias entre los Volkswagens y lo que había visto en el techo. Pero todo estaba allí, incluyendo llantas, patente, cromo, y hasta la pequeña manija usada para abrir el baúl. Cuando cerré mis ojos, me sorprendí de encontrar que había una película ocurriendo en el interior de mis párpados. Destello . . . una simple escena campestre con una cabaña roja, un cielo azul, nubes blancas, camino amarillo avanzando sobre colinas verdes al horizonte. . . Destello . . . misma escena, casa naranja, cielo marrón, nubes rojas, camino amarillo, campos violetas . . . Destello . . . Destello . . . Destello. Los destellos aparecían casi con cada latido. Cada destello traía la misma simple escena a la vista, pero cada vez con un conjunto diferente de colores . . . tonalidades exquisitamente profundas, y sorprendentemente armoniosas en su yuxtaposición. Desde entonces he fumado ocasionalmente y lo disfruté completamente. Amplifica torpes sensibilidades y produce lo que para mí son efectos aún más interesantes, como explicaré pronto.
Puedo recordar otra experiencia visual temprana con cannabis, en la cual vi la llama de una vela y descubrí en el corazón de la llama, parado con magnífica indiferencia, al caballero español con sombrero y capa que aparece en la etiqueta de la botella de jerez Sandeman. Mirar fuegos estando elevado, dicho sea de paso, especialmente a través de uno de esos caleidoscopios de prisma que refleja sus alrededores, es una experiencia extraordinariamente conmovedora y bella.
Quiero explicar que en ningún momento creí que esas cosas ‘realmente’ estuvieran allí. Sabía que no había un Volkswagen en el techo y que no había un hombre salamandra Sandeman en la llama. No siento contradicción en estas experiencias. Hay una parte de mi haciendo, creando las percepciones que en la vida diaria serían bizarras; hay otra parte de mi que es una especie de observador. Casi la mitad del placer viene de la parte observadora apreciando el trabajo de la parte creadora. Sonrío, o a veces incluso río fuertemente con las imágenes en el interior de mis párpados. En este sentido, supongo que el cannabis es psicomimético, pero no encuentro nada del pánico o terror que acompaña a algunos psicóticos. Posiblemente esto se debe a que sé que es mi propio viaje, y que puedo bajar rápidamente en cuanto quiera.
Mientras mis percepciones tempranas eran todas visuales, y curiosamente carecían de imágenes de seres humanos, ambas cosas cambiaron en los años siguientes. Encuentro que hoy un solo porro es suficiente para elevarme. Noto cuándo estoy elevado cerrando mis ojos y buscando los destellos. Ellos llegan mucho antes de que haya alteraciones en mi vista u otras percepciones. Supondría que es por un tema de señal-a-ruido, siendo el nivel de ruido visual muy bajo con mis ojos cerrados. Otro aspecto informativo-teórico interesante es la perseverancia –al menos en mis imágenes destelladas– de dibujos: sólo el contorno de figuras, caricaturas, no fotografías. Creo que es simplemente por un asunto de compresión de la información; sería imposible comprender el contenido total de una imagen con el contenido de información de una fotografía común, digamos 108 bits, en la fracción de segundo que ocupa un destello. Y la experiencia destello esta designada, si puedo usar esa palabra, para apreciación instantánea. El artista y visor son uno. Eso no significa que las imágenes no sean maravillosamente detalladas y complejas. Recientemente tuve una imagen en que dos personas estaban hablando, y las palabras que estaban diciendo se formaban y desaparecían en amarillo sobre sus cabezas, a casi una oración por latido. De esta manera era posible seguir la conversación. Al mismo tiempo una palabra ocasional aparecía en letras rojas entre las amarillas sobre sus cabezas, perfectamente en contexto con la conversación; pero si uno recordaba estas palabras rojas, ellas enunciaban un conjunto de frases bastante diferente, profundamente críticas de la conversación. El conjunto completo de imágenes que he esbozado aquí, con diría al menos 100 palabras amarillas y algo así como 10 palabras rojas, ocurrió en algo menos de un minuto.
La experiencia del cannabis mejoró enormemente mi apreciación del arte, un tema que antes nunca había apreciado demasiado. La comprensión del intento del artista que conseguí estando elevado a veces se transmite a cuando estoy abajo. Esta es una de las muchas fronteras humanas que el cannabis me ha ayudado a atravesar. También ha habido algunas revelaciones relacionadas al arte –no sé si serán verdaderas o falsas, pero fue divertido formularlas. Por ejemplo, he pasado algún tiempo mirando elevado el trabajo del surrealista Belga Yves Tanguey. Algunos años después, salí de un largo baño en el Caribe y me senté exhausto en una playa formada por la erosión de un arrecife de coral cercano. Examinando ociosamente los arqueados fragmentos de coral color pastel que formaban la playa, vi frente a mí una vasta pintura de Tanguey. Quizás Tanguey visitó una playa así en su infancia.
Una mejora muy similar en mi apreciación de la música ocurrió con el cannabis. Por primera vez he sido capaz de oír las partes separadas de una armonía tripartita y la riqueza del contrapunto. Desde entonces descubrí que los músicos profesionales pueden mantener fácilmente muchas partes separadas ocurriendo simultáneamente en sus cabezas, pero esta era la primera vez para mí. Otra vez, la experiencia de aprendizaje estando elevado se había transferido al menos en alguna medida a cuando estaba abajo. El disfrute de la comida se amplificó; aparecieron sabores y aromas que por alguna razón comúnmente parecemos estar muy ocupados para notar. Soy capaz de darle toda mi atención a la sensación. Una papa tendrá una textura, un cuerpo, y un gusto como el de otras papas, pero también mucho más. El cannabis también incrementa el disfrute del sexo –por un lado da una exquisita sensibilidad, pero por el otro lado pospone el orgasmo: en parte distrayéndome con la profusión de imágenes que pasan ante mis ojos. La duración real del orgasmo parece extenderse mucho, pero esto puede ser la experiencia usual de expansión temporal que viene al fumar cannabis.
No me considero una persona religiosa en el sentido usual, pero en cierta medida hay un aspecto religioso en ciertas elevaciones. La sensibilidad incrementada en todas las áreas me da un sentimiento de comunión con mi entorno, tanto animado como inanimado. A veces una especie de percepción existencial del absurdo viene sobre mí y veo con horrible certeza las hipocresías y poses mías y de mis compañeros. Y otras veces, hay un sentido diferente del absurdo, una percepción juguetona y caprichosa. Ambos sentidos del absurdo pueden ser comunicados, y algunos de los elevamientos más gratificantes que he tenido han sucedido compartiendo charlas, y percepciones, y humor. El cannabis nos da una lucidez que pasamos la vida siendo entrenados para ignorar, y olvidar, y sacar de nuestras mentes. Un sentido de lo que el mundo es realmente puede ser enloquecedor; el cannabis me ha traído algunos sensaciones de lo que sería estar loco, y de cómo usamos esa palabra ‘loco’ para evitar pensar en cosas que son demasiado dolorosas para nosotros. En la Unión Soviética los disidentes políticos son rutinariamente internados en manicomios. El mismo estado de cosas, un poco más leve quizás, ocurre aquí: ‘¿escuchaste lo que dijo Lenny Bruce ayer? Debe estar loco.’ Estando elevado con cannabis descubrí que hay algo dentro de esas personas que llamamos locos.
Cuando estoy elevado puedo penetrar en el pasado, recuperar memorias infantiles, amigos, parientes, juguetes, calles, olores, sonidos, y gustos de una era desaparecida. Puedo reconstruir las cosas que ocurrieron realmente en eventos infantiles que en la época sólo habían sido entendidos por la mitad. Muchos aunque no todos mis viajes cannábicos tienen de alguna manera en sí un simbolismo significante para mí que no intentaré describir aquí, una especie de mandala insertado en la elevación. Asociar libremente a este mandala, tanto visualmente como con juegos de palabras, ha producido una matriz muy rica de revelaciones.
Hay un mito sobre tales elevaciones: el usuario tiene una ilusión de gran revelación, pero eso no sobrevive el escrutinio de la mañana. Estoy convencido de que esto es un error, y que las devastadoras revelaciones conseguidas estando elevado son revelaciones reales; el problema principal es poner estas revelaciones en forma aceptable para el ser bastante diferente que somos cuando estamos abajo al día siguiente. Parte del trabajo más duro que he hecho alguna vez ha sido poner tales revelaciones en cassettes o por escrito. El problema es que diez ideas o imágenes aún más interesantes han tenido que perderse en el esfuerzo de grabar una. Es fácil entender por qué alguien puede pensar que es un desperdicio de esfuerzo pasar por todo ese problema para bajar el pensamiento, una especie de intrusión de la Ética Protestante. Pero como vivo casi toda mi vida abajo he hecho el esfuerzo –exitosamente, creo. Incidentalmente, encuentro que revelaciones razonablemente buenas pueden ser recordadas al día siguiente, pero sólo si se ha hecho algún esfuerzo para asentarlos de otra manera. Si escribo la revelación o se la digo a alguien, entonces puedo recordarlo sin asistencia a la mañana siguiente; pero si solamente me digo a mi mismo que debo hacer un esfuerzo por recordarlo, nunca lo hago.
Encuentro que la mayoría de las revelaciones que consigo estando elevado son en asuntos sociales, un área de escolaridad creativa muy diferente de aquel por el que se me conoce generalmente. Puedo recordar una ocasión, tomando un baño con mi mujer estando elevado, en el cual tuve una idea sobre los orígenes y los aspectos inválidos del racismo en términos de curvas de distribución gaussiana. Era un punto obvio en un sentido, pero del que raramente se habla. Dibujé las curvas con jabón en la pared de la ducha, y fui a escribir la idea. Una idea llevó a la otra, y al final de casi una hora de trabajo extremadamente duro encontré que había escrito once ensayos cortos en un amplio rango de temas sociales, políticos, filosóficos, y de biología humana. Por problemas de espacio, no puedo entrar en los detalles de estos ensayos, pero por todos los signos externos, como la reacción pública y el comentario de expertos, ellos parecen contener revelaciones válidas. Los he usado en discursos a egresados universitarios, lecturas públicas, y en mis libros.
Pero déjenme intentar al menos dar el sabor de una revelación de ese tipo y sus acompañamientos. Una noche, elevado en cannabis, estaba sumergido en mi niñez, un pequeño auto-análisis, y haciendo lo que me parecía un muy buen progreso. Entonces paré y pensé cuán extraordinario era que Sigmund Freud, sin asistencia de drogas, haya sido capaz de alcanzar su propio auto-análisis considerable. Pero entonces me golpeó como un trueno que eso estaba mal, que Freud había pasado la década anterior a su auto-análisis como un experimentador y un proselitista de la cocaína; y me pareció muy aparente que las revelaciones psicológicas genuinas que Feud trajo al mundo eran al menos en parte derivadas de su experiencia con esta droga. No tengo idea si esto será realmente verdad, o si los historiadores de Freud estarían de acuerdo con esta interpretación, o incluso si semejante idea ha sido publicada en el pasado, pero es una hipótesis interesante y una que pasa el primer escrutinio en el mundo de los abajos.
Recuerdo la noche que repentinamente comprendí a qué se parecía estar loco, o noches en que mis sentimientos y percepciones eran de una naturaleza religiosa. Tuve un sentido muy preciso de que estos sentimientos y percepciones, escritos casualmente, no pasarían el usual escrutinio crítico que es mi capital en juego como científico. Si encuentro en la mañana un mensaje de mi mismo la noche anterior informándome que hay un mundo alrededor de nosotros que apenas sentimos, o que podemos volvernos uno con el universo, o aún que ciertos políticos son hombres desesperadamente asustados, puedo tender a descreer; pero cuando estoy elevado sé de este descreimiento. Así tengo un cassette en el cuál me exhorto a mí mismo a tomar semejantes afirmaciones seriamente. Digo ‘¡Escuchá atentamente, vos hijoputa de la mañana! ¡Esto es real!’ Intento mostrar que mi mente está funcionando con claridad; Rememoro el nombre de un conocido de secundaria en el que no he pensado ni una vez en treinta años; Describo el color, tipografía, y formato de un libro en otro cuarto y estas memorias sí pasan el escrutinio crítico de la mañana. Estoy convencido de que hay niveles de percepción genuinos y válidos disponibles con el cannabis (y probablemente con otras drogas) que no están, por los defectos de nuestra sociedad y de nuestro sistema educativo, disponibles para nosotros sin tales drogas. Semejante afirmación aplica no sólo al auto-conocimiento y a las búsquedas intelectuales, si no también a las percepciones sobre la gente real, una sensibilidad vástamente incrementada a las expresiones faciales, entonaciones, y elecciones de palabras que a veces constituye un reporte tan cercano que es como si dos personas leyeran mutuamente sus mentes.
El cannabis habilita a no músicos a saber un poco sobre cómo es ser músico, y a no artistas a intuir las alegrías del arte. Pero yo no soy ni artista ni músico. ¿Qué hay de mi propio trabajo científico? Aunque encuentro una inclinación curiosa a no pensar en mis preocupaciones profesionales estando elevado –las atractivas aventuras intelectuales siempre parecen estar en cualquier otra área– he hecho un esfuerzo consciente por pensar en algunos problemas actuales de mi campo particularmente difíciles estando elevado. Funciona, al menos hasta cierto punto. Encuentro que puedo poner a funcionar, por ejemplo, un rango de hechos relevantes experimentales que parecen ser mutuamente inconsistentes. Hasta aquí, bien. Al menos la rememoración funciona. Después al tratar de concebir una forma de reconciliar los hechos disparatados, fui capaz de llegar a una posibilidad muy bizarra, una que estoy seguro que nunca hubiera pensado abajo. He escrito un ensayo que menciona esta idea a la pasada. Creo que es muy poco probable que sea verdadera, pero tiene consecuencias que son comprobables experimentalmente, que es la marca de una teoría aceptable.
He mencionado que en la experiencia cannábica hay una parte de tu mente que permanece como desapasionado observador, que es capaz de sacarte de un apuro si es necesario. En un par de ocasiones he sido forzado a conducir en tráfico pesado estando elevado. Lo he logrado sin ninguna dificultad, aunque tuve algunos pensamientos sobre el maravilloso color rojo frutilla de las luces del tráfico. Encontré que luego de conducir no estoy para nada elevado. No hay destellos en el interior de mis párpados. Si estás elevado y tu hijo está llamando, podés responderle con tanta capacidad como lo hacés habitualmente. No fomento conducir elevado en cannabis, pero puedo decir por experiencia personal que ciertamente puede hacerse. Mi elevación es siempre reflectiva, pacífica, intelectualmente excitante, y sociable, a diferencia de la mayoría de elevaciones del alcohol, y nunca hay resaca. A través de los años encontré que cantidades de cannabis levemente menores eran suficientes para producir el mismo grado de elevación, y recientemente descubrí en un teatro que podía elevarme simplemente inhalando el humo de cannabis que se filtraba en el teatro.
Hay un aspecto auto-graduable del cannabis muy agradable. Cada pitada es una dosis muy pequeña; la demora de tiempo entre inhalar una pitada y sentir su efecto es pequeña; y no hay deseo de más después que la elevación está allí. Creo que la proporción, R, del tiempo para sentir la dosis tomada al tiempo necesario para tomar una dosis excesiva es una magnitud importante. R es muy grande para LSD (que nunca he tomado) y razonablemente corto para el cannabis. Pequeños valores de R deben ser una medida de la seguridad de las drogas psicodélicas. Cuando el cannabis se legalice, espero ver que su proporción sea uno de los parámetros impresos en el paquete. Quisiera que esa época no esté muy lejana; la ilegalidad del cannabis es horrible, un impedimento a la completa utilización de una droga que ayuda a producir la serenidad y revelación, sensibilidad y camaradería que necesitamos tan desesperadamente en este mundo cada vez más loco y peligroso.
Traducción de Rubén Darío Ponticelli (con colaboración de Carlos Iván Ponticelli). La traducción está liberada bajo la siguiente licencia:
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