Durante la guerra fría se desarrollaron 5 grandes corrientes internacionales. Yendo desde la derecha a la izquierda teníamos a los conservadores, democristianos, liberales, socialdemócratas y comunistas. En gran parte de las democracias de Europa y en muchas otras de Occidente se notaba tal sistema de partidos.
No mucho antes de que se acabase la bipolaridad global fue surgiendo una nueva internacional: la ‘verde’. Esta se distinguía por su defensa del medio ambiente, su pacifismo y su planteo en pro de reformas que aminoren las desigualdades sociales y las que hay entre etnias y sexos.
La principal base de los verdes terminó siendo la del eje franco-alemán que es el pilar de la Unión Europea. El ex líder anarquista de la revuelta estudiantil de Mayo 68 Cohn Bendit, un alemán que vivía en Francia, se tornó en uno de los símbolos del nuevo movimiento.
En el continente europeo los verdes llegaron a ser socios minoritarios en coaliciones de gobierno, pero nunca llegaron a liderar un solo país del mundo.
En Reino Unido los verdes fueron el partido que más creció en las elecciones europeas del 2009 y han llegado a detentar la vice-alcaldía y la presidencia de la asamblea del Gran Londres, pero solo desde el 6 de mayo han logrado conseguir su primer parlamentario.
En las Américas los verdes nunca habían pasado de ser un movimiento marginal.
Sin embargo, ahora en Colombia los verdes tienen la primera oportunidad, no solo de entrar a una segunda vuelta en las Américas, sino en llegar a la presidencia.
Antana Mockus, al igual que otros dos ex alcaldes bogotanos (Enrique Peñaloza y Luis Garzón), se afiliaron recientemente al pequeño Partido Verde, al cual han transformado por completo. Según los últimos sondeos Mockus es el actual favorito para ganar la segunda ronda en Colombia.
Un triunfo verde en el segundo país hispano más poblado del globo cambiaría significativamente a esta corriente internacional. Por una parte le daría una gran iniciativa para desarrollarse en las Américas y en el mundo. Por otro lado implicaría un giro ideológico.
En sus países de origen (como Europa, EEUU o Australasia) los verdes suelen estar situados a la izquierda de la socialdemocracia o del espectro político. En cambio, en Colombia Mockus está a la derecha del centroizquierdista Polo Democrático.
En vez de cuestionar al neo-liberalismo, querer un ‘diálogo por la paz’ con la guerrilla o pedir que se remuevan las bases militares extranjeras, tal como hacen los verdes europeos, Mockus propone el libre mercado, el TLC con EEUU, seguir la política de dureza antisubversiva contra las FARC (aunque sujetándose más a la ‘legalidad’) y acepta la presencia de tropas de EEUU en las bases colombianas.
Los ‘nuevos’ verdes de Mockus desempeñarían un rol similar al que el ‘nuevo laborismo’ de Blair tuvo sobre la socialdemocracia mundial: empujar a su respectiva corriente internacional hacia buscar compromisos con Washington y con la libre empresa.
Poto con moco
En los noventas cuando solía ir a visitar a mi amplia familia en Bogotá mucho se comentaba de como Antanas Mockus, quien fuese rector de la Universidad nacional y luego alcalde de Bogotá llegó a mostrar sus nalgas ante un público hostil. Muchos niños a quienes les gusta reírse hablando de ‘cochinadas’ solían hablar del ‘poto’ de aquella autoridad con un apellido que sonaba a ‘moco’.
Las anécdotas de Mockus se vigorizaban con cada nueva excentricidad: aparecer disfrazado de superhéroe, casarse en un circo, usar mimos en las calles, etc.
Sin embargo, hoy este personaje tan singular aparece, según las encuestas, como el favorito para ganar la segunda vuelta en Colombia.
El carece de una verdadera bancada parlamentaria y hasta de un partido (el partido verde que le postula es tan solo un pequeño aparato marginal que se ha inflado con su descomunal avance).
En cierta manera él recuerda a Fujimori. Ambos son hijos de dos padres inmigrantes que han llegado a ser rectores. Mientras Fujimori fue el primer presidente de origen japonés en todo el mundo, Mockus es el primer hijo de lituanos y lituano-hablante que podría gobernar una nación muy lejos de la tierra de sus ancestros.
Ambos aparecen como ‘outsiders’ que se cuelan en medio de un gran entrampe histórico. En 1990 la alianza de la derecha tradicional no convencía mientras que la socialdemocracia y la izquierda peruanas estaban desacreditadas por la hiperinflación y la vioencia. En ese vacío Fujimori es el tecnócrata que se logra colar entre el miedo popular al ‘shock’ conservador y el desprestigio de todo lo que olía a izquierdas.
Veinte años más tarde Mockus aparece en la vecina Colombia como otro académico simpaticón con imagen de laborioso y anti-sistema. El trata de colarse entre el desgaste de 8 años de uribismo y el de una izquierda auto-paralizada.
En el Perú de Fujimori de hace 2 décadas y en la Colombia actual de Mockus se repite la cuestión de que la izquierda está dividida entre un ala que promueva una ‘lucha armada’ que no puede tomar el poder (la misma que, si bien tiene cierto apoyo social, también genera muchos rechazos en la población) y otra que hace todo lo posible por diferenciarse de la guerrilla al punto de identificarse con el Estado y las FFAA (con lo cual se diluye en el centro y pierde bases).
Fujimori se potenció como el hombre que logró desarticular a Sendero y al MRTA, en cambio Mockus hereda una situación en las cuales las FARC y el ELN están en franco retroceso y él aparece como una carta para desbaratarles con un mejor mecanismo: el de actuar ‘con más legalidad’.
Súper Mockus
El fenómeno Mockus es un resultado de varios hechos.
Primero, a Uribe no se le permite postular con lo que, paradójicamente, él evita poder acabar como Fujimori provocando una rebelión popular al haber forzado un tercer mandato.
Segundo, se aborta la posibilidad de que se diese un balotaje entre dos alas del uribismo: una la oficial (Santos) y otra la de sus semi-aliados conservadores (Sanín). Esto que parecía que podía pasar inmediatamente después de las elecciones legislativas del 14 de marzo no se materializa por que el conservadurismo pierde peso con su división interna y por qué no aparece como una alternativa renovadora al continuismo.
Tercero, porque la centroizquierda no logra repetir la polarización que se dio en las presidenciales pasadas (2006) entre ésta y el uribismo. En parte ello se debe a la confusión y fractura interna del Polo Democrático. En los comicios del 2006 Gaviria le quiso dar al Polo la imagen de ser la ‘tercera fuerza’ que sacaría fuerza del choque entre Uribe y la guerrilla, pero tras que los ‘moderados’ de Petro asumen el liderazgo de este partido buscan darle al Polo un giro más a la derecha que acabó quitándole filo. Al condenar a los narcos y a las FARC como iguales, al pedir fortalecer contra ellos al Estado y a las FFAA y al cuestionar a Chávez, Petro fue enajenando a una parte de su base social mientras que se pegaba tanto al centro que perdía identidad.
En medio de una situación en la que la polarización no se daba entre dos versiones del uribismo o entre el uribismo ‘duro’ y una desafilada centroizquierda ‘blanda’ aparece un vacío que ha llenado Mockus al haber, además, tenido la claridad de poder aliarse con los otros dos ex alcaldes bogotanos (Luis Eduardo Garzón y Enrique Peñalosa).
El triunfo de Mockus no es seguro, pero su avance expresa a un amplio sector de la población colombiana (especialmente en las urbes) que quiere una forma de cambio, aunque no muy radical del actual curso.
Mockus mantendría varios pilares del uribismo (TLC con EEUU, tropas norteamericanas en los cuarteles colombianos, continuidad de la ‘seguridad democrática’ anti-Farc y privatizaciones) pero buscaría renovar a un sistema acusado de estar plagado de tanto fraude, corrupción y para-narcos.
Chávez ha advertido que un eventual gobierno de Santos podría traer una guerra con Venezuela. Una posible administración de Mockus, más bien, podría ayudar a que crezca una nueva oposición de centro derecha menos dura pero más astuta y quizás más efectiva dentro de los países del ALBA.