Todavía se me hace agua a la boca cuando imagino un plato plurinacional boliviano, andino-amazónico, en base a quinua y almendra, con carnes combinadas de llama y jochi pintao, yucas y ocas, sazonado con salsas de copuazú y ulupicas, y adornado con huevos de peta y chuño.
Un desayuno o postre de quinua con leche, miel y frutas tropicales constituye un energético inigualable. Los aminoácidos y minerales que contiene la quinua están convirtiendo a este cereal en el alimento más nutritivo del mundo, además de curativo, pues la medicina norteamericana la adoptó para tratar la anemia y la desnutrición crónica. Es el alimento de la nueva era, sin duda.
Si tuviera que cambiar algún símbolo patrio, sólo fuera para instituir en primer plano la planta de quinua. No obstante, hoy la quinua simboliza la paradoja de un país colonizado: somos los primeros productores mundiales junto con el Perú, y sin embargo en Bolivia el consumo interno absorbe apenas el 10% de su producción nacional, que un 90% se destina a la exportación para alimentar a europeos, asiáticos y norteamericanos. Aquel dato que reveló la ministra Nemesia Achacollo pone al desnudo que los bolivianos despreciamos, con el auto-desprecio del colonizado, una riqueza única en el planeta.
Bolivia arrastra una especie de “colonización culinaria” que se produjo tras la conquista española, pues deliberadamente se reprimió y reemplazó la quinua y otros granos alimenticios nativos por alimentos importados como el trigo, el centeno y el arroz, de inferior calidad comparados con la quinua, que a diferencia del trigo no contiene gluten, sustancia dañina para el ser humano.
En unos años más, California —a donde un boliviano empleado de una trasnacional transfirió semillas del Ande en la década de los setenta— competirá con Bolivia en el mercado mundial. La industria agrícola y alimenticia norteamericana nos ha plagiado todas las variedades genéticas de la quinua, cereal que después de los próximos mega-terremotos y súper-tsunamis quedará entre los alimentos más valiosos de la humanidad, si no lo es ya.
Hoy, la quinua es el plato de lujo de los mejores restaurantes de Nueva York. Y sin embargo en Bolivia es un alimento discriminado, segregado y marginal, en medio de una lacerante desnutrición y un inadmisible colonialismo culinario.
Me animo a sugerir algunas acciones concretas para incrementar el incipiente consumo de quinua en nuestro país:
1.- Que se dicte una Ley disponiendo la incorporación de harina de quinua en la elaboración del pan dentro los territorios donde se cultivan sus variedades: La Paz , Oruro, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca. En el futuro, el pan de quinua será el más común.
2.- Fomentos financieros e impositivos a industriales que usan la quinua como insumo principal.
3.- Otra Ley que obligue a incluir productos de quinua en el desayuno escolar, en todo el país.
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